viernes, 2 de septiembre de 2011

Una dama de otoño


Conozco a una dama de otoño,
que su belleza encanta,
que le es propicia al poeta,
y las flores opaca.

Son sus ojos eternos,
cobijan los días y las noches,
los pasos felices de horas alegres,
los hermosos sueños de las más distantes noticias.

Este pequeño río que forma el llanto,
este cielo inmenso que el amor acompaña,
transcurren constantemente,
en un país ignorado.

La luz de sus ojos,
que arrastran siglos y leyendas,
serpientes y espadas,
baja como del sol,
para aunar luces y sombras.

En el vértigo del delirio,
de la angustia ciega y dolorosa,
son sus besos el placer divino
y el regreso feliz de las horas más colosas.

Aún yo sepa que oscurece al ocaso,
que la noche es inevitable,
me tiene sin cuidado,
pues la dicha me es ancha.

Conozco a una dama de otoño.


Demian