jueves, 1 de septiembre de 2011

De los encantos


Si pienso en las noches de insomnio,
en las tersas cobijas de tu imperio,
en el templado rostro que amo,
y en mis charadas fatuas;
veo aún más claro e irreprochable mi idílico destino.

Si veo que el recuerdo asciende,
que la noche expira con tu aliento,
que tu sabor todavía me sabe cierto,
y que aquél sujeto lego que profana mi cariño no se ha ido;
clavaré mi alma furioso en tu destino.

Si creo que el gusto por tu vida me ha dejado endeble,
será porque aún de muerto te haré cortejo.
O quizás mi amor es más extenso
que ni esa dama inevitable,
con su odio de tinieblas, renuente de romance,
podrá jamás aquél desentrañar.

Si escucho un ruiseñor en mi ventana,
sabré en verdad, que en su trino el amor florece;
pero ya he probado que esa rosa en ti reposa,
y que es tu voz el éxtasis que a vivir la lleva.

Si te es mi amor demasiado cierto,
es que él ahora impera en mi estrella;
que es deidad de los encantos,
y mundano de los actos.


Demian